Las aventuras de Wilt Chamberlain. Capítulo III: a mí no me gustaba el baloncesto.

Harto quizá de los habituales interrogatorios y de las cientos de veces que tuvo que responder a las mismas preguntas '¿Has conseguido lo que querías como jugador?', rompió después brutalmente el guión: 'No, a mí lo que de verdad me hubiera gustado era jugar al fútbol, ese sí que es mi deporte'.













Fuera de la pista Wilt fue un hombre magnífico. Queriendo explotar las virtudes físicas que poseía frente a otros deportistas, Wilt estuvo a punto de firmar un contrato para enfrentarse a Muhammad Alí. Su padre le recomendó que entrenase los tiros libres en lugar de enfundarse los guantes, y la pelea nunca llegó a celebrarse. Pero Wilt siguió trabajando, e incluso fue durante algún tiempo jugador profesional de voleibol (pocos años más tarde, era presidente de la Federación de Voley de todo el país), mientras no abandonara los gimnasios, rechazara varias veces pasar al circo americano de la lucha o lanzar para los Oriols de Baltimore en béisbol al término de sus años mozos, durante los que llegó a bajar de los once segundos en los cien, ganar tres veces el salto de altura del colegio, lanzar el peso a más de 17 metros o subir de los 15 en el triple salto.













Además de un gran deportista, Wilt Chamberlain tenía un talento omnipresente. Diseñó casas, ayudó a diseñar coches ("The Wilt Mobile") e incluso fue el propietrario del segundo caballo de carreras más rápido. Después de retirarse siguió en activó y participó en la maratón de Honolulú y en las 50 milas de Canadá. Y alternativamente le dio por las pantallas de la televisión y del cine ''Conan, el destructor' (1984)